jueves, 7 de octubre de 2010

CAJITAS DE FOSFOROS
Camino a mi casa, al subirme a un taxi colectivo, le dije al chofer, "me puede parar en los departamentos de la población Jorge Alessandri". Me respondió "¿Los departamentos de la población Alessandri?... perdone señor, pero no los conozco........ le contesté "Los edificios blancos que quedan en la calle Nicolás Tirado, esquina Avda. Héroes de la Concepción... ¿Departamentos blancos? ... "Blancos dice Ud."... ¡ah los nichos!... Sí... los nichos, contesté con resignación... Una vez más, el intento de elevar el lugar de mi residencia, a la categoría de edificios o departamentos había fracasado rotundamente. Debo reconocer que al principio me molestaba, más aún si coincidía un chofer que se venía haciendo chistes de la pequeñez de tales edificaciones. ¿Es verdad que cuando entra el sol, ustedes tienen que salir? O en la noche dejan colgados a los niños, o cuando se muere alguien sólo colocan la lápida en la puerta y listo. Como señal de protesta en varias ocasiones les reclamé por lo inoportuno de los chistes, sé de algunos vecinos que lo hicieron en tono más enérgico, muchas veces tales bromas venían de amigos, pero a ellos era más fácil decirles en buen chileno y mal castellano lo que pensaba a cerca de sus comentarios, con el tiempo, el viaje se hizo cotidiano. Además colocaron una garita de taxis colectivos en la población, así que sólo bastaba decir que uno llegaba hasta el terminal y asunto arreglado.
Pese al tiempo, que ha pasado desde su construcción, Siempre me he preguntado ¿Cómo en plena época de la informática, del despege económico y las exportaciones con inteligencia agregada, donde todos transmitimos sobre la calidad total y el fin de la historia y donde se vive declarando años internacionales del niño, la mujer y la familia, en reconocimiento a todos sus derechos, hayan diseñado y construido departamentos tan pequeños, que sólo llegan a contar con dos dormitorios, de dos por dos metros, habitándolos en algunos casos familias numerosas... y... ¿Si realmente la construcción reúne las condiciones necesarias para resistir un temblor de gran intensidad? .

Recuerdo que para una lluvia fuerte algunos departamentos de los cuartos pisos se anegaron y para un temblor de respetable intensidad hace algunos años, se agrietaron preocupadamente, al extremo que debieron construirles nuevas vigas de amarre, no consideradas en el proyecto original. Los maestros trabajaron varios días hasta que al final quedaron terminadas las estructuras que nos dieron más seguridad y mayor tranquilidad a todos.

Pero no puedo ser injusto, en mi caso particular, la entrega de tal departamento significó el sueño de la vivienda propia hecho realidad. Nunca podré olvidar la cara de mi madre cuando le dieron a elegir en el plano el departamento que quería. Ella es la verdadera propietaria. Atrás quedaban años de ser arrendatarios. Momentos hermosos y amargos sacrificios, por fin nos aprontábamos a vivir en lo nuestro. Las aspiraciones de lo propio, de lograr condiciones más dignas de vida, se estaban cumpliendo. Desde ese día empezaríamos a pagar lo que realmente nos pertenecía y esto creo se notaba en nuestras caras, le dábamos las gracias a Dios, y a todos cuantos nos habían ayudado en este sueño. Creo que así sintieron todos quienes llegaron aquí por primera vez, en varias ocasiones lo hemos comentado entre vecinos, concordando plenamente entre nosotros, juntos hemos formado una vecindad, que con sus problemas y virtudes trata de salir adelante esforzadamente.

Si bien la primera gratitud de vivir en lo propio a dado paso a la legitima busqueda de una justa ampliacion. Ampliacion que debera venir en los proximos años para intalar en formas definitiva a este conjunto habitacional en la modernidad de la que Chile goza hace varios años ya.



Ricardo Rabanal Bustos
Profesor

martes, 5 de octubre de 2010

LA BALLENA ASESINADA



Sabemos como eventuales conocedores de la fauna marina que existen ballenas asesinas, orcas creo que se llaman, estos gigantescos animales se desplazan silenciosos y boyantes tras embarcaciones pequeñas y en el más absoluto sigilo, se abalanzan contra tan indefensos navíos, partiéndolos en varias partes y devorando o toda su tripulación. Algo así como una mezcla híbrida entre el tiburón de Hollywood y Mobi Dick, la Ballena Blanca, de la clásica novela de Hernán Melville que conmovió a toda una generación en los mares de la aventura indomable.
Por otra parte esta especie de ballena podría ser algún tipo de vengador solitario, que hace pagar al hombre por lo que este le ha hecho por tantos años a las amigables y magníficas ballenas. Cazadas en forma indiscriminada y salvaje, en grandes buques factorías nordicos y nipones, que amparos en dudosos tratados de cuotas de caza, arrasan los mares del mundo incluido el nuestro, dejando al borde de la extinción a este gigantesco y magnifico animal que tanta fascinación despierta en la especie humana.
Dicen que las ballenas son excelentes navegantes, se conocen de memoria los siete mares y con un sistema como el sonar o algo así, pueden trazar fácilmente su curso, bueno casi siempre, de vez en cuando hay algunas que perdiendo su rumbo, quien sabe por que misteriosos motivos, van ha dar a las playas del mundo, allí gringos de pantalón corto, surfistas australianos o abrigados esquimales hacen sobrehumanos esfuerzos para liberarlas de estas prisiones de arena o hielo que atentan contra su vida, y lograr así que regresen rápidamente al mar. .. Si me parece estar viendo al Discovery Channel, Animal Planet o a la CNN transmitir en directo tan ecológicos esfuerzos para devolver estos cetáceos al océano o ver como un intrépido bote de goma de Greenpeace se interpone en la línea de disparo de un amenazante arpón japonés, a riesgo de la vida de sus tripulantes para salvar a una indefensa ballena.
Pero un buen día, una ballena tuvo la mala suerte de perder el rumbo frente a la bahía de San Jorge y venir a parar a las rocosas playas de Antofagasta. Este inusual evento pronto acaparó la atención de los vecinos del puerto. Casi inmediatamente empezaron a transmitir las radios locales, corrían gráficos y camarógrafos. Los periodistas se aprontaban a captar la curiosidad y expectación de la gente. Así como la opinión de los expertos en fauna marina. Yo como vivo cerca y al enterarme de la noticia, fui rapidito a ver de que se trataba nunca había visto una ballena en "vivo y en directo".
En el lugar un grupo de improvisados ecologistas locales hacían todo lo posible para devolver tan enorme animal al mar. Aunque debo decir que sus esfuerzos duraron poquito, algunos ya entre empujón y empujón tanteaban, la parte del bistec que podían obtener de semejante espécimen. Otros creo yo ya se imaginaban una fritanga con té caliente y un buen sándwich de ballena frita a orilla de playa para el desayuno. Los con visión de empresarios en productos del mar ya habían llevado algunos baldes y tarros de gran tamaño con filosos artilugios y solo esperaban comercializar pronto esta exótica y apetecida carne entre los antofagastinos y los restaurantes locales.
Con la noche llegó la oscuridad y con ella el fin de la ballena, era muy grande para nosotros, pequeña para los entendidos, fue imposible devolverla al mar. Su destino quedó trazado como el ancla a nuestro cerro, en cuanto su cuerpo se atoró en las piedras de la orilla de una playa olvidada en el sector norte de la ciudad.
Al regresar en la mañana, el espectáculo era dantesco, ¡una carnicería gigantesca con sangre aun tibia! Todos tratando armados de cuchillos, hachas, machetes, serruchos, punzones o simplemente a viva fuerza de llevarse un trozo de su carne. Gente ensangrentada, maloliente, exhausta por tanto esfuerzo de matarife imprivisado. En el aire, gaviotas y jotes revoloteando en círculos de muerte sobre los despojos abandonados en la orilla, que triste espectáculo dimos ese día aciago los Antofagastinos.
Las imagines televisivas dieron la vuelta al mundo ¿Antofagasta tendrá algo que ver con Antropófagos?... por lo menos suenan parecido. Como broma me llamaron familiares del extranjero para decirme "sabemos que la vida es difícil en el norte, pero será para tanto".
El tiempo ha pasado, cada vez que paso frente a la playa donde una vez varó una inocente ballena, solo reflexiono que este noble y poderozo, animal fue capaz en algunas horas sacar lo mejor y lo peor que los seres humanos llevamos dentro.


Ricardo Rabanal Bustos
Profesor

viernes, 1 de octubre de 2010

LA POZA CHICA DE ANTOFAGASTA
Te acuerdas del tiempo en que los niños debían obligatoriamente bañarse en la poza chica, aunque estuviera la marea baja y el agua les llegara a los tobillos, comentábamos con algunos colegas profesores una tarde de calurosos minutos de recreo........ Si eran los años en que el tiempo transcurría más lento, las horas daban abasto para todas nuestras actividades, existía más quietud y había espacio para todo. Podíamos ser exploradores de un mundo conocido, inocente y tangible, jamás virtual o electrónico. Un mundo que siempre nos deparaba una sorpresa de la cual aprendíamos las realidades humanas de la vida familiar y social en compañía de nuestros amigos de la infancia que en una ciudad pequeña como Antofagasta duran toda la vida y te los encuentras en cada esquina céntrica de la ciudad.
Siempre llegar a la poza chica y ganar un lado en los escalones reservados para los veraneantes a modo de asiento, que cubiertos con un techo de rejillas de madera protegían del sol insistente y estival a los más pequeños, fue toda una proeza de características casi épicas. Allí termos, canastos, toallas y pesados quitasoles de lona tomaban perfecta y ordenada ubicación, mientras madres y abuelas protegidas además de frondosos sombreros de géneros o crochet vigilaban atentas a sus querubines hacer piruetas en las atestadas y escasamente renovadas aguas de la poza chica de un domingo de verano por la tarde.
Lentamente las horas comenzaban a fluir, como la espuma blanca y amarga que flota alegremente y despreocupada en la puntilla. El maní confitado, los barquillos que se desintegraban en las manos húmedas, arrugadas y frías de niños flacos azulosos y tristones de frío. Niños que al salir del agua eran fuertemente refregados en enormes envolturas de toallas y poleras por sus madres. El turrón para los regalones vendido en perfecto traje blanco por el esparry, son sin duda alguno de los símbolos de otra Antofagasta, una que se fue lentamente, tal vez sin damos cuenta, que en su demora acaloraban y entretenían al paciente pasajero que después de subidas y bajadas sinuosas veía aparecer el parque Japonés, primer atisbo verde de un refrescante verano, simple en sueños y diversión infantil. Con el solo hecho de ver el mar azul con manchitas blancas revoltosas ya que comenzaba a pensar en el refrescante chapuzón que nos daríamos al llegar a las calmadas aguas del Balneario Municipal. Allí entre juegos, amistades, buceos, clavados, guatazos, carreras a pata pelá, guerras de arena, más por supuesto la construcción de un castillo de arena en la flaca orilla de la poza chica. Comenzaba a llegar la tarde y a aparecer termos y sándwich reconfortante para el regalón que le darían suficiente energía como para llegar a la casa y no irse pidiendo manzanas confitadas, helados de leche o los sabrosos churros calientitos que a esa hora de la tarde despedían un delicioso aroma que invitaba a servirse más de alguna docena que premiaba el gusto y castigaba el bolsillo de los más humildes veraneantes.
Hoy la Poza Chica está desapareciendo, nos quedó pequeña, pasada de moda, fuera de los estándares requeridos para una gran ciudad de cara al siglo XXI, tal vez esto es cierto, y al término de las obras veremos surgir una moderna playa que invita a ser parte del verano, del actual, el rápido, el con deportes de moda y ropas de marca que parece preocuparse más de la forma que del esparcimiento familiar en su esencia. Un verano con un sol más insistente y peligroso que parece querer enfermar y no solo acalorar para un buen baño.
Sin duda los tiempos, cambiar, pero para algunos nostálgicos la poza chica no desaparecerá jamás, porque fueron en sus aguas amigas y bajo la atenta mirada de nuestras familias donde algunos conocimos por vez primera el hermoso mar de mi querida Antofagasta.



Ricardo Rabanal Bustos
Profesor